
La palabra samurái en japonés se escribe 侍, (samurai) el que sirve y procede de la forma continua del verbo 侍ふ (saburafu), que significa servir.
Los samuráis eran guerreros pertenecientes a la élite militar, que estaban al servicio de un señor feudal al que tenían la obligación de defender.
Poseían un estricto código de conducta por el que se regían, el bushido o camino del guerrero.
Eran hombres cultos, dominaban artes como la escritura y la caligrafía, la música, la meditación y realizaban ceremonias tradicionales como la del té o la del ikebana.
Basaban su estilo de vida en 7 virtudes: justicia, coraje, benevolencia, cortesía, honestidad, honor y lealtad.
Si un samurái erraba y se alejaba de su camino, se consideraba deshonrado y por tanto se hacía el seppuku o más comunmente conocido, el harakiri. Un ritual de suicidio que consistía en cortarse el estómago para así recobrar el honor perdido.
En Japón, durante el periodo Edo (1600 -1868), las relaciones amorosas y sexuales entre hombres eran muy comunes.
Entre los samuráis existía una tradición conocida como Shudo, una práctica bien vista por la sociedad de aquella época y que hacía referencia “al camino del joven hombre”, que venía estrechamente ligado a su despertar sexual.
El código Samurái designaba a cada joven un instructor que lo adiestraba, tanto en las artes de la guerra y la lucha, como en el sexo.
Esta práctica llegó a la clase samurái desde los monasterios budistas y se propagó rápidamente.
La idea era que los niños que tenían sexo con hombres no se volvían “blandos”.
Era una forma, siempre a la sombra del maestro, de modelar futuros guerreros, hombres valerosos, arrojados y rudos. Para ellos se trataba de toda una disciplina del cuerpo y de la mente.
En esta relación, el mentor era el “nenja” y el joven era el “wakashü”. Los wakashū tenían entre 10 y 12 años cuando se iniciaban. Hay que señalar que esta práctica misógina era aceptada por la sociedad nipona en general y por los padres de estos futuros samuráis en particular.
Se consideraba que era beneficioso para ellos, ya que ya que se creía que, si los primeros años del despertar sexual del joven los pasaba con una mujer, éste acabaría feminizándose, es decir, el guerrero se volvería sensible, suave, encantador y dócil, atributos a todas luces femeninos y que nada tenían que ver con el concepto de rudeza del samurái.
La práctica del Shudo les enseñaba a ser virtuosos, honestos y sobre todo, a saber apreciar la belleza.
Con la finalización del período Edo y la apertura de Japón al exterior llegó, en 1800, la influencia del mundo occidental y el cristianismo. A partir de ese momento, este tipo de relaciones entre personas del mismo sexo pasaron a ser algo mal visto por la sociedad.
Thanks a lot!
Muchísimas gracias! Me alegra que tanto tú como tus amigos disfrutéis leyendo este blog.
Saludos!