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El sentido común, el menos común de todos los sentidos

El sentido común es aquel por el que hacemos o dejamos de hacer muchas cosas. Por sentido común nos abrigamos si hace frío; si vamos a la playa en agosto lo hacemos  con bañador en lugar de con jersey de cuello vuelto; no nos tiramos al mar si no sabemos nadar; no hacemos parapente sin los conocimientos y las medidas de seguridad adecuadas;  no saltamos de un avión sin paracaídas: no ejercemos la medicina si no hemos estudiado antes la carrera; damos el pésame en un funeral en lugar de felicitar a los familiares del difunto;  no hablamos de lo que no sabemos.

Sin embargo, todo esto que debería ser considerado como algo normal, una línea de razonamiento lógico,  es cada vez más ilógico. Hoy en día, vemos, constantemente, ejemplos  de ausencia completa de sentido común  y nos escandalizamos.

Nos hacemos selfies al borde de un precipicio y, claro, nos caemos; opinamos sobre algo sin habernos informado antes y nos metemos en discusiones absurdas; decidimos ir de excursión  a la montaña, después de haber sido advertidos de que se acerca un temporal,  y tienen que venir a rescatarnos  porque estamos a punto de palmarla; conducimos bajo los efectos del alcohol y las drogas y sufrimos graves accidentes; escuchamos a políticos hablar de lo que, supuestamente, es mejor para el país, con argumentos carentes de razonamiento alguno y acabamos todos enfrentados.

El sentido común se define como el conjunto de conocimientos, creencias y explicaciones, fundamentados en la experiencia personal o la sabiduría popular, que son compartidos por una comunidad, familia, pueblo, nación, y que son tenidos como prudentes, sensatos, lógicos y válidos.

La idea se basa en que existen una serie  de principios, valores, pensamientos y comportamientos que son aceptados por toda la sociedad y, en consecuencia, comunes a todos. Se trata de dotar de sentido o lógica cualquier situación de nuestra vida cotidiana.

La lógica propone estudiar los métodos  y los principios adecuados para identificar el razonamiento correcto del que no lo es.  Es saber cuál es la causa y el efecto si hacemos o no tal cosa. Pero, ¿cómo llegamos a discernir lo que es correcto de lo que no lo es?

Uno de los principales obstáculos que encontramos en este sentido, es la gran importancia que le hemos dado  a nuestras “necesidades”. En el siglo que nos ha tocado vivir, el siglo XXI, los valores y la visión de la realidad son cada vez más superficiales. Constantemente nos decimos:   necesito un móvil de última generación, necesito tener muchos likes, necesito ser el que más arriesga, necesito demostrar a los demás lo atrevido que soy,  necesito que me vean como alguien fantástico. Por desgracia, nos rodeamos de necesidades nuevas a diario, sólo por el hecho de verlo en los demás y de no querer ser “menos” que el otro. Y todo esto, a  pesar de que se  ha podido demostrar que, cubrir este tipo de necesidades no nos hace realmente felices. No son estas las necesidades  que nos hacen verdaderamente  felices.

El sentido común no es un fin, sino una manera de pensar que necesita una práctica y un estímulo constantes. Está ligado a las personalidades maduras y a la alta  inteligencia. Si lo que  quieres es  tener menos problemas,  lo  que necesitas es preguntarte cuán a menudo utilizas este   ”sencillo” sentido. No emplear este sentido conlleva  que muchas situaciones diarias se vuelvan difíciles, además de  todos los problemas emocionales que surgirán. Te verás envuelto en situaciones complicadas,  ganándote  enemistades y líos emocionales allá por donde vayas.

El sentido común es algo que todos poseemos pero, y aquí radica la diferencia,  no todos lo ponemos en práctica. Y no lo ponemos  en práctica  cuando, a la hora de actuar, lo hacemos  más llevados   por las emociones que por la inteligencia. Mucha gente,  suele  actuar antes de pensar, cuando debería ser al revés. Incluso para los temas más sencillos  de la vida lo correcto es  pensar antes de actuar.

Por todo esto, la invitación es a pensar. Algo aparentemente normal y  práctico pero de lo que más de uno se olvida. Y no me refiero  a filosofar para averiguar cuál es  la respuesta adecuada a una situación determinada,  sino a  dedicar unos cuantos segundos a pensar, para dar con  la manera correcta  o la forma de actuar que más nos  conviene en ese momento.

El sentido común es uno de los mejores valores que puede tener una persona, tanto para su propio desarrollo como para su relación con los demás y su papel en la sociedad. ¿Te animas a practicarlo?

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