Coaching

No tenía qué comer y se comió su miedo

Por 24 septiembre, 2022 Empieza a comentar

»El 90% de las cosas que nos preocupan, jamás suceden»,

Marian Rojas Estapé (psiquiatra) 

El miedo nos resulta muy útil para escapar de un peligro. Esta emoción nos avisa de la necesidad de protección y está directamente ligada con nuestro instinto primario de supervivencia. 

Ante una situación que nos produce temor podemos reaccionar de tres maneras diferentes, luchando, quedándonos inmóviles o huyendo. Es por esta última razón, la de necesitar salir corriendo, por la que la mayor parte de nuestro flujo sanguíneo se dirige hacia las piernas, quedando menos cantidad de sangre en la parte superior del cuerpo, motivo por el que, en situaciones que consideramos peligrosas solemos tener el rostro pálido, de ahí la expresión, “quedarse lívido del susto” 

El miedo hace que nuestro organismo genere cortisol, la hormona del estrés. Cuando enfrentamos una posible amenaza, nuestro hipotálamo, una pequeña zona situada en la base de nuestro cerebro, activa el sistema de alarma de nuestro organismo, liberando hormonas como la adrenalina y el cortisol. A nivel físico nuestra frecuencia cardíaca aumenta, se elevan la presión arterial y los suministros de energía. Limitándose las funciones consideradas “no esenciales” en una situación de lucha o huida. Alterando el sistema inmunitario, anulando el digestivo y los procesos ligados al crecimiento y al sistema reproductor entre otros. A nivel mental, se ven afectadas las zonas del cerebro que gobiernan la motivación, el miedo y el estado de ánimo.  

Una vez superada la amenaza, nuestros niveles de cortisol tardan de 6 a 8 horas en volver a la normalidad, recuperándose nuestro cuerpo de la tensión que le ha provocado la situación de estrés. 

Pero ¿Qué sucede cuando convivimos permanentemente con situaciones que nos angustian? Cuando nos sentimos atacados o en peligro las 24 horas del día. 

Atravesamos una época en la que todo lo externo nos contagia miedo. La pandemia, la crisis energética, la falta de recursos, la escasez de alimentos, la inflación, el paro, el meteorito, el terrorismo, el cambio climático, los extraterrestres, las guerras…¡Estamos intoxicados de cortisol!  

Con la ayuda inestimable del discurso catastrofista de, prácticamente, todos los medios de comunicación, cuya labor está siendo crucial a la hora de generar angustia y miedo a la ciudadanía, vivimos en modo alerta desde por la mañana hasta por la noche, algo que a nuestro organismo le pasa una factura impagable.

Es primordial señalar que nuestro cerebro NO distingue entre lo que es real y lo que no lo es. Es decir, ante una situación que nos produce temor, tanto si es cierta como si nos la imaginamos, el mecanismo de alarma de nuestro organismo ¡se activa!  

Por ello es vital para nosotros alejarnos de todo aquello que nos genere agonía, miedo o estrés, que nos active el cortisol.  

Algunos consejos a seguir serían los siguientes: 

1-Empieza por apagar la televisión, los informativos, además de que todos mantienen un discurso único, son una fuente infinita de angustia y desesperanza.  

Si eres de los que no puede vivir sin la proclama catastrofista diaria (porque necesitas estar “bien” informado…), emplea tu sentido crítico, no seas “tragacionista”, busca otras fuentes de información, indaga y busca diferentes opiniones. 

2-Practica algún deporte, caminar, ir al gimnasio, incluso pasear. Cuando te mueves tu organismo libera endorfinas, la hormona de la felicidad, reduciendo el estrés, combatiendo la ansiedad, mejorando la autoestima.  

3-Aprende a meditar, mejora la salud emocional, aumenta la felicidad y la conciencia personal, la inteligencia emocional, la empatía y favorece el sueño.   

4- Cuida tu alimentación, intenta comer sano, “somos lo que comemos”. 

5-Sé selectivo con tu círculo de amistades, pasa tiempo con personas que te aporten, fomenta relaciones saludables. Encuentra a tu persona vitamina. 

6-Quiérete y haz cosas que te hagan disfrutar de tiempo de calidad, lee, escucha música, dibuja, realiza pasatiempos. 

7-Fomenta tu sentido del humor, con amigos, películas, talleres de risoterapia, chistes en la web, programas que te hagan reír. 

8-Trabaja tu autoestima y aprende a pasar tiempo a solas contigo. 

Y, sobre todo, protégete del miedo, si es necesario cómetelo, que sea él quien tiemble al verte. 

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