
Atravesamos un período de inseguridad brutal que nos está poniendo a prueba a todos. Habitamos una sociedad cada vez más polarizada, en la que se han ideado y puesto en marcha planes con la clara intención de aterrorizar a la población y, cuando el miedo llega a las vidas de las personas, destroza y pudre cualquier atisbo de alegría, esperanza e incluso, capacidad de sobrevivir. Enfermedades, guerras, cataclismos, muerte, escasez, hambruna, pobreza…
Una sociedad en la que los suicidios han aumentado drásticamente y no sólo en los adultos, por desgracia, cada vez más, nuestros niños y adolescentes planean, intentan o consiguen acabar con sus vidas, es una sociedad que ha perdido la esperanza.
Hablo de uno de los sentimientos más potentes, constructivos, positivos y “empoderadores” que poseemos los seres humanos. Es la fuerza que, sin perder la ilusión, nos invita a actuar, a tomar acción frente a una situación que damos casi por perdida, a levantarnos y a luchar, a empezar de nuevo. Es la característica, como especie, que ha logrado que no nos rindiéramos en la mayoría de las situaciones porque despierta la valentía. Es la capacidad de no dejarnos llevar por el derrotismo ante los contratiempos y dificultades. Las personas esperanzadas experimentan menos ansiedad, menos depresión y en general menos tensiones emocionales
Pero la esperanza no consiste sólo en tenerla o desearla, no es una pócima mágica, hay que trabajarla. Es creer que un cambio positivo, ante una situación desfavorable, es posible y saber que, para ello, es necesario establecer un nuevo objetivo y trabajar en él. ¡Tú puedes!
Se trata de recuperar el control de nuestras vidas, entendiendo que hay cosas que saldrán bien y otras que no, pero, en cualquier caso, somos nosotros los que decidimos qué hacer y dónde poner nuestra atención.
Es importante trabajar las emociones positivas y priorizar lo que nos sucede, pregúntate: ¿es esto realmente importante para mí? ¿por qué me ha ocurrido? ¿qué tengo que aprender de la situación? ¿voy a hacer algo para cambiarlo o lo voy a dejar como está?
Pero, sobre todo, no debemos rendirnos. Si sufres desesperanza cuéntaselo a alguien cercano, un amigo, un ser querido o acude a un profesional con quien te puedas sincerar y volver a recuperar la ilusión, a plantearte nuevos objetivos y a elaborar planes de acción que te proporcionen, de nuevo, la fuerza y el coraje de vivir.
Y recuerda, “la esperanza es como el sol, si sólo crees en él cuando los ves, nunca superarás la noche” (Star Wars VIII)