
Si por algo nos hemos caracterizado siempre los españoles ha sido por nuestra solidaridad. Sí, podemos presumir de ser uno de los países más compasivos del mundo y de los que más se preocupa por el prójimo.
España es el país que más trasplantes realiza a nivel mundial y el número de ciudadanos que dona sus órganos al fallecer, sigue aumentando día tras día. Además, ostentamos el récord en donaciones de médula ósea y los donantes de sangre se cuentan por miles.
Si alguien de nuestra familia o un amigo nos necesita, somos una piña. Por poco que tengamos, compartimos dinero, casa y comida con el que más lo precisa. ¿Cuántas familias en nuestro país sobreviven gracias a la pensión de los abuelos?
Fuera del ámbito familiar, siempre estamos dispuestos a ser generosos con los más desfavorecidos. ¿Quién es o ha sido durante un tiempo, socio de alguna ONG contribuyendo con una cuota mensual?, ¿Quién ha trabajado como voluntario para alguna asociación ?, ¿Quién ha hecho una compra en el supermercado para ayudar a las familias que más lo necesitan o ha contribuido con lo que ha podido?. Por no hablar de lo que hacemos los españoles cuando nos enteramos de que se ha producido una catástrofe humanitaria a nivel mundial, España entera se vuelca en ayudar al país que sea, realizando contribuciones “particulares” económicas y materiales para colaborar, con lo mucho o poco que se pueda en ese momento.
Las personas que, en nuestro país viven en la calle suelen hacerlo por su carácter o porque son enfermos mentales pero no porque falten asociaciones de vecinos, religiosas, gubernamentales y ONGs dispuestas a proporcionar alojamiento, comida y calor humano a los “sin techo”.
Todo esto cuestiona la absurda idea que, tanto el gobierno como los medios de comunicación quieren hacernos creer. Desde que comenzó esta “pandemia”, a principios del año pasado, los españoles hemos pasado de ser un pueblo puntero en solidaridad a ser un pueblo incívico y desconsiderado con el otro.
Los medios de comunicación, a modo de “marujas” no paran de chivarnos quién se salta las normas, mostrándonos incesantemente imágenes de detenciones y actuaciones policiales.
Han conseguido que surja la figura del “policía de balcón” algo bastante cómico y patético a la vez. Los jóvenes españoles son de lo peor, todo el día de fiesta saltándose las normas. Por no hablar de la gente que no cumple con las restricciones. ¡Vaya, que somos muy malos y tenemos muchas ganas de morirnos!
Lo que ni el gobierno ni los medios nos dicen es que, sólo un 0,8% de personas en nuestro país, incumplen las normas. Una mera anécdota estadística.
La inmensa mayoría de los españoles sí cumplimos los preceptos y sí nos preocupamos por el prójimo. Somos un pueblo fuerte, generoso con el otro, y velamos por la seguridad colectiva, por los sectores más débiles de nuestra sociedad, cuidamos a nuestros mayores y somos capaces de estar más de dos meses confinados en nuestras casas, saliendo lo imprescindible por lograr un bienestar común.
Otra cosa muy distinta es que un año después, los encargados de gestionar la situación que estamos viviendo sigan actuando de la misma manera, repitiendo los mismos errores, mostrándonos su dejadez, falta de experiencia e incompetencia día tras día, como si no hubiesen aprendido nada.
Quizás son ellos los que deberían hacérselo mirar.