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El peor enemigo de una mujer, muchas veces, es otra mujer.

Por 1 agosto, 2020 6 Comentarios

El otro día Pilar Rubio, daba a luz a su cuarto hijo, para celebrarlo colgaba una foto en las redes en la que se veía a los felices papás dando la bienvenida a su hijo. Ella es una mujer de 42 años, con una fuerte personalidad, que se cuida y mucho. Consciente de la importancia que tiene su imagen, ha construido su modo de vida en torno a ella. Sacrificios debe hacer miles, matarse en el gimnasio, hacer dieta y alimentarse de manera sana entre otros. Ya trabajaba y ganaba dinero antes de conocer a su marido, era económicamente independiente. Una mujer que compagina su vida laboral con el día a día de sus cuatro hijos y su marido de 34 años.

Jamás ha salido de su boca la más mínima crítica despectiva hacia otra mujer.

Pues bien, tardando estaba la iluminada de turno en salir con un comentario despectivo hacia la madre y su modo de vida.  Sonia Vivas, concejala de justicia social, feminismo y Lgtbi del Ayuntamiento de Palma con Podemos, policía, denunciante de corrupción, lesbiana, catalana de izquierdas y feminista (como se define ella misma), publicó en su Twitter: “El patriarcado no quiere vernos doloridas, ni cansadas, ni llorosas o extenuadas. El mandato patriarcal es que siempre estemos dispuestas, felices, sonrientes y por encima de todo: arregladas y guapas”.

¿Qué coño tendrá que ver el mandato patriarcal con esto? Las mujeres que disfrutamos de serlo, nos arreglamos si nos da la gana y no tenemos necesidad de someternos a nada ni a nadie y menos, a ningún mandato, sea el que sea. Una mujer que se siente guapa por dentro, también lo es por fuera. La sonrisa es una actitud de vida muy positiva frente a las adversidades. Nos cansamos, lloramos, muchas veces nos sentimos extenuadas y no podemos más, pero nos volvemos a levantar, ponemos buena cara y continuamos porque somos fuertes y poderosas. Porque creemos en nosotras mismas.

Además, sólo nos hace falta ser un “pelín” observadores para darnos cuenta de que, en casa de Pilar Rubio, de haber algo, sería más bien un mandato matriarcal.

El peor enemigo de una mujer, muchas veces, es una mujer acomplejada que vomita sus miserias sobre otra congénere suya, ninguneándola, intentando hacerla chiquitita porque su brillo le molesta. Buscando a quién culpar de sus sentimientos de inferioridad, y si de paso crea división, pues mejor. Intentando someterla e igualarla por abajo, ya que por arriba lo tendría francamente difícil, aunque no imposible. ¡Qué hartazgo!

Ahora pregunto, ¿los comentarios de esta política hubiesen sido los mismos si en lugar de una mujer bella, cuidada, sonriente y feliz por haber dado a luz a su cuarto hijo hubiese sido la imagen de una mujer destrozada, exhausta y llorosa?

Yo, personalmente, hubiese mostrado respeto por las dos imágenes.

El día en que todas las mujeres comprendamos que somos una piña, que da igual el modo de vida que lleve cada una, que todas somos bonitas porque somos únicas, situaciones tan ridículas, como esta dejarán de suceder.

Hay que educar mujeres seguras de sí mismas, capaces de tomar sus propias decisiones y totalmente consecuentes con su modo de vida, del que deben sentirse orgullosas. Educar en el respeto a las otras mujeres, sea cual sea el tipo de vida que éstas hayan elegido. Sin condenar, ni acusar, ni censurar porque ésta sea diferente.

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