
El miedo es una emoción básica que genera ansiedad, incertidumbre e inseguridad y se activa cuando percibimos una amenaza, un daño o peligro físico o psíquico. Su causa puede ser cualquier estímulo que consideremos amenazante o la ausencia de algo que nos proporciona seguridad. Se trata de una emoción muy útil para escapar o evitar riesgos.
Nuestra reacción ante una situación que consideramos peligrosa se activa automáticamente y no voluntariamente, no es consciente. Existen cuatro respuestas posibles ante un peligro: la huida, la defensa agresiva, la inmovilidad y la sumisión. A nivel corporal, aumenta nuestra presión cardiaca y nuestra sudoración, mientras desciende la temperatura corporal, se nos dilatan las pupilas y aumenta nuestro tono muscular llegando al agarrotamiento.
Muchos investigadores afirman que existen miedos propagados adrede en la sociedad para debilitar a las personas y hacerlas manipulables. En el ámbito personal es habitual que se emplee el miedo para manejar el comportamiento de los demás. Por ejemplo, los padres que utilizan la amenaza para controlar la conducta de sus hijos, el empleado que tiene miedo a opinar diferente por si es represaliado, incluso una mujer que tiene miedo a quedar embarazada por si es despedida.
Se trata claramente de una pérdida de libertad del individuo frente al sistema. Una persona independiente se atreve a decir no y a expresar su opinión y voluntad sea cual sea, sin temor a sentirse rechazada o a quedarse sola. Pero ¡claro! al sistema no le interesan los seres con identidad propia, conscientes de su valor, capaces de discernir qué sí y qué no, que actúen y se responsabilicen de sí mismos.
Los miedos que se emplean para manipular a las masas suelen partir de una mentira, de un mito, no presentan la realidad como es sino como quieren que sea. Tenemos el ejemplo de algunas culturas en las que se considera que las mujeres con la menstruación son impuras y deben, mientras están con la regla, vivir apartadas del núcleo familiar y no se les permite asistir al templo. Incluso hay quienes les prohíben la entrada a las bodegas porque “estropean” el vino.
En el ámbito político, el miedo es la herramienta de regímenes autoritarios o populistas. Sus discursos se identifican claramente con la manipulación en lugar de con la evidencia. El tono que emplean es apocalíptico, suelen hacer referencia a una grave amenaza a gran escala que afectará a todos y los únicos portadores de la solución son ellos. Son mentirosos, egocéntricos, dividen a la sociedad sin tener en consideración los derechos, deseos, necesidades y libertades de los demás.
Todo esto es alimentado diariamente por los medios de comunicación, nunca antes un informativo había hecho tanto hincapié en asesinatos, muertes, enfermedades, pandemias, atracos, violaciones, catástrofes naturales, ignorando así verdaderas amenazas, como pueden ser los peligrosos efectos secundarios de los medicamentos de las grandes farmacéuticas, los riesgos del uso de determinados aparatos electrónicos, el cambio climático, la competencia por las materias primas, el peligro de la globalización, la existencia de empresas que venden nuestros datos personales en internet, la censura que empieza a existir en las redes sociales y esto, sólo, por poner algunos ejemplos.
Para no dejarnos manipular, debemos ser conscientes de cuándo y dónde poner los límites a toda este torbellino de noticias cuyo único propósito es distraernos de lo realmente importante y crear división en la sociedad.
Debemos aprender a decir no sin temor a sentirnos juzgados o rechazados, porque si tenemos miedo al fracaso seremos fácilmente manipulables. Ahí es dónde radica el poder del manipulador, “si no haces lo que yo digo o no actúas como yo quiero serás excluido”.
Lo “anecdótico” del caso, es que el manipulador no existiría si no tuviese víctimas, individuos a los que manipular.
Cuando somos realmente libres actuamos según nuestros principios y convicciones, sin miedo a ser juzgados o rechazados, nos mostramos auténticos. ¿Cómo hacerlo? Conócete a ti mismo, aprende a estar contigo a solas y disfruta esos momentos, reconoce y valida tu libertad, usa tu sentido crítico, tu capacidad para analizar y elegir en cada momento, se flexible y realista, actúa de manera sana, olvida los prejuicios y exigencias y sobre todo, construye tu propia identidad como persona.
¡No entres a formar parte del rebaño! ¡No pierdas tu verdadera identidad, esa que te hace único!