
Durante la Edad Media, los hombres poderosos, los caballeros o los maridos cuando partían a la guerra o se iban a las Cruzadas, con el fin de asegurarse la fidelidad y la castidad de sus esposas e incluso, para evitar que la dama en cuestión fuese violada en su ausencia, ordenaban colocarle a esta un cinturón de castidad, una especie de braga de metal que se cerraba con una llave. En algunos casos, había padres que obligaban a sus hijas a llevarlos con el fin de que llegaran vírgenes al matrimonio.
Durante mucho tiempo, el cine, la televisión y algunas novelas y series históricas se encargaron de hacernos creer que esto era una práctica habitual de la época, nada más lejos de la realidad.
El profesor de la Universidad de Arizona, (EEUU), Albrecht Classen, experto en historia medieval, publicó en 2007 el libro “The Medieval Chastity Belt: A Myth-making Process”, convirtiéndose así en la máxima autoridad a nivel mundial sobre este tema.
En una entrevista realizada por el magazine S Moda, Classen declaró: “no hay ninguna evidencia que nos indique que existieron o se confeccionaron este tipo de objetos en la Edad Media. La primera vez que se habla de ellos es en un libro de 1405, escrito por Konrad Keyeser, titulado Bellifortis, y que trata sobre máquinas de guerra. Es una obra muy técnica y ardua y se cree que el autor quiso amenizar un poco la lectura introduciendo una broma sobre un aparato que protegería la honra de los maridos cuando estaban en la batalla, lejos de sus mujeres. El cinturón de castidad pronto se convirtió en un mito del que se hablaba y se hacían numerosos chistes y sátiras para burlarse de los hombres impotentes o mayores que no podían controlar a sus esposas, que iban en busca de parejas más activas sexualmente. Hay dibujos de la época que plasman escenas en las que el varón, que se va de viaje, le pone un cinturón de castidad a su pareja; al mismo tiempo que el amante sale del armario con otra copia de la llave”.
A todo esto hay que añadir que, no se encuentran referencias sobre el artilugio en cuestión, ni en las novelas cortesanas, ni en autores del siglo XIV al XVII.
No debemos olvidar que, en la Edad Media las medidas de higiéne brillaban por su ausencia, y que una mujer que llevase un cinturón de castidad durante años sufriría unas llagas y laceraciones horrorosas, impidiendo a la fémina andar con normalidad, sentarse e incluso agacharse. Las molestias ocasionadas por el uso del cinturón de castidad constituirían una auténtica tortura.
La imposibilidad de poder acceder a la zona para procurar una limpieza adecuada tendría como resultado graves infeccioness vaginales e incluso anales, que ocasionarían una septicemia e incluso la muerte.
En realidad, los primeros cinturones de castidad datan del siglo XIX, ya que no existen referencias probadas hasta este momento y eran empleados como elemento de tortura.
Lo cierto es que eran utilizados por algunas mujeres, mayoritariamente por enfermeras y religiosas, para evitar ser violadas en épocas de acuartelamiento de soldados, durante viajes, en estancias nocturnas en posadas y cuando atendían a los heridos en los frentes de batalla.
Muchos museos que tuvieron expuestas estas piezas, entre ellos El museo Británico de Londres, acabaron retirándolas tras comprobarse que eran falsas.
Hoy en día, los cinturones de castidad existen y se comercializan pero para prácticas BDSM.
El BDSM no es una práctica sexual sino que son las siglas de seis diferentes: Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo. Se trata de juegos sexuales que poseen unas normas claras que se establecen previamente, bajo consentimiento explícito de los participantes, pero eso es otro tema…